Texto de M. Àngels Canut
para el catálogo de pintura contemporánea del artista
Pedro Estelrich
Gráficas Andorranas, 2004
Pedro Estelrich Rifà
(Barcelona, 1962)
A primera vista, la pintura que nos ofrece Pedro Estelrich nos puede parecer dura y densa, pero, al acercarnos, vamos sintiendo la calidez que transmite a partir de una paleta de otoño donde predominan los ocres, los sienas y un abanico de blancos, en un itinerario por colores y texturas que se contraponen atrevidamente a las pinceladas de vivos colores. Al trazo gestual se añade el ingenio del collage. Un ensamblaje que no puede rehuir la profesión del artista de anticuario y restaurador, como tampoco la vocación de coleccionista y apasionado de la arqueología.
A finales de los setenta plasmaba, en las acuarelas de su juventud, la esencia del mundo mediterráneo: paisajes mallorquines hechos desde una habitación abierta sobre el mar de Can Picafort, una atalaya desde donde estudió la luz y los colores que imprimiría después en sus obras, Donde la tierra, el mar y el cielo se confunden en perfecta armonía sin escatimar allí pinceladas notables, anchas y dinámicas.
Pedro Estelrich inicia, los años ochenta, una etapa más introspectiva, intimista y barroca, en busca de un universo particular. Incorpora mapas a las pinturas mediante la técnica del collage, al encuentro de un punto de referencia; los negros adquieren más importancia. En una misma obra puede aunar la pintura, el objeto encontrado, las texturas rugosas y sobresalientes, los agujeros en forma de cráteres como el más escarpado acantilado, para conferir a la pintura un relieve de carácter escultórico. El ensamblaje como vehículo de expresión será determinante en esta etapa. Los colores utilizados son preferentemente oscuros. A veces, los barnices toman cuerpo regalimando sobre la obra en un controlado abandono y fijan, a su vez, los elementos de referencia histórica incorporados de su taller de restaurador --trozos de ropa de siglos pasados y de sábanas de un antiguo convento de clarisas de Soria, pedazos de cerámicas romanas provenientes de tierras lejanas, en las acuarelas de su juventud.
En esta nueva exposición, el artista nos muestra una selección de la labor desarrollada en los últimos cuatro años. El dibujo toma mayor relevancia, aclara los tonos de otoño y hay, en definitiva, un enriquecimiento cromático que otorga a la obra una brizna de optimismo. Las resinas naturales y sintéticas pasarán a formar parte de esta pintura combinada. A raíz de las estancias en las Garrigues, comenzará a impostar la luz y traspasará a la obra el calor de la tierra. Incluso los temas reencuentran el entusiasmo de la primera época, abundan las ventanas, reencuentra los parajes que conoce y ama --las casas de Cervià, el puerto de Cala Ratjada, Can Picafort--, y poesía de la Pessoa, en una ampliación del repertorio temático.
Se trata de una pintura experimental y compleja que se compone de una amalgama de sensaciones e impulsos, sentimientos contenidos, sensibilidades plasmadas sobre soportes resistentes, madera reciclada: los palets. Nada es fortuito en la obra del artista. El soporte no ha sido elegido al azar, nada más resistente y transportable que un palé para llenarlo con el peso de toda la carga emocional y creativa invertida en cada obra. Un receptáculo donde los contenidos se almacenan con equilibrio y medida.
El trabajo llevado a cabo por Estelrich es amplio y minucioso, nada cae en el olvido a la hora de construir un cuadro: el tema escogido, los pigmentos y materiales que lo conforman, el apoyo, el marco que construye él mismo recorriendo, a veces, maderas envejecidas de forma natural por el paso de tiempo o bien ventanas caducas. Un titulo ingenioso , irónico y complicado culmina cada obra.
M. Àngels Canut
Historiadora del Arte
Barcelona, abril del 2004