Joyería fenicia e ibérica

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Joyería fenicia e ibérica es el título del artículo

M. Ángels Canut publicado en la Revista Oficial del JORGC Esfera

n. 4 de Noviembre de 2007

Joyería fenicia e ibérica

Joyería fenicia y ibérica

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Joyería fenicia e ibérica

Los fenicios, en su expansión por el Mediterráneo, llegaron a la Península Ibérica, donde establecieron sus asentamientos en las zonas del sur, Ibiza y, en menor medida, en el País Valenciano, en el transcurso de los siglos VII aC al II aC. Esta colonización supuso un intercambio cultural que derivó en una estratificación sociala, como bien lo atestigua la joyería del momento encontrada en los diferentes yacimientos arqueológicos. A grandes rasgos, podemos decir que esta división social fue consecuencia de la aplicación tecnológica en los sistemas de producción y de un comercio emergente, tanto interior como exterior.

Observamos como, las joyas y objetos de orfebrería indígena, convergen elementos iconográficos provenientes de las culturas griega, egipcia, mesopotámica, egea, siria, micénica y etrusca. Las piezas resultantes se convierten en un rico mosaico de corrientes artísticas. En cuanto a la decoración, abundan los motivos animales, (halcones, leones, esfinges), los vegetales (palmetes, rosetes, flores de loto) y también los elementos geométricos.

Los fenicios, de acuerdo con su vocación comerciante, adaptaron la estética de otras culturas a las exigencias de los nuevos usuarios, hasta el punto de que hoy se hace difícil distinguir entre la producción autóctona y la importada de ultramar.

Algunas características de la joyería fenicia se han desprendido de los indicios que aportan las mismas piezas y del contexto artístico y cultural que nos aporta la historia.

Todo hace suponer que era necesaria una mano de obra especializada para la produción de las piezas, además de un conocimiento satisfactorio del proceso de fundición y del control del fuego para mantener las temperaturas adecuadas. Era necesaria, también, la destreza artística para poder traspasar a las piezas un dilatado repertorio decorativo. Podemos imaginar que la creciente demanda de encargos hacía que los artesanos tuviesen que emplear toda la jornada en estas tareas.

Para la elaboración de las joyas, los artesanos fenicios se sirvieron de diversas técnicas, de entre las que destaca la filigrana, con hilos de metal que podían ser sencillos, dobles, dobles múltiples, lisos, atornillados o bien formar granulaciones. Los hilos podían ser de sección cuadrangular, cilíndrica o semicilíndrica, con los que se trazaban líneas rectas, curvas y espirales. El granulado, el repujado, el troquelado, el grabado y el modelado (Univalvo de bivalvos) fueron otros procedimientos empleados, así como la incrustación de esmaltes (aplicados al oro y, en ocasiones, plata o al bronce, con las técnicas champlevé i cloisonné) y las pedrerías (piedras preciosas o semipreciosas -ágatas , cornalinas, cristal de roca- adaptadas a la pieza mediante cabujones o filigranas). En una misma pieza de joyería fenicia podemos encontrar combinadas todas las técnicas mencionadas.

La diferencia más relevante entre esta joyería orientalizante y la del periodo anterior es la importante pérdida de peso de las joyas. Hay un ahorro muy considerable de materia prima como resultado del uso, cada vez más frecuente, las aleaciones, que se realizaban principalmente con plata y permitían lograr una mayor diversidad de acabados. Para ahorrar el metal precioso, se hacía un alma de cobre o bronce a los objetos que, posteriormente, se forraban de oro. La ligereza de las piezas se compensaba con una abundante ornamentación. El notable dominio de las soldaduras permitía hacer piezas compuestas o joyas vacías, y también de aplicar decoraciones en la superficie del metal. Las soldaduras a presión, el encaje, fueron escasamente utilizadas.

Las joyas fenicias más comunes eran los anillos, que también podían ser giratorios (hechos con piedras preciosas o semipreciosas), los pendientes, sencillos o dobles, los collares y las diademas. Más cercanos al arte egipcio son la cruz ansada y los estuches para llevar amuletos.

El tesoro de Aliseda (Cáceres), encontrado 1920, es un buen referente de la joyería fenicia de los siglos VII al VI aC, por su riqueza e importancia. Presenta importantes piezas de oro decoradas con granulaciones y filigranas. Actualmente se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Asimismo, la joyería de los íberos, pobladores del sur y el este de la Península Ibérica hasta el sur de Francia, entre los siglos VI y II aC, nos presenta con una fuerte carga orientalizante. Incorpora elementos griegos procedentes de la colonización de los territorios catalanes y también de la presencia de los griegos en la zona de Levante y Andalucía.

La joyería ibérica asimila rasgos de la fenicia, como las técnicas de trabajo, que serán las mismas. En cambio, la utilización del oro como materia prima decrece, en comparación con las etapas anteriores, en beneficio de la plata. Aparece un nuevo tipo de oro en el mercado, el oro fino, que pasará a ser el material más empleado.

Se profundiza en el conocimiento de las soldaduras, lo que permitirá a los íberos de trabajar mejor las técnicas aprendidas de los joyeros fenicios (gránulado, repujado y filigrana). Se utiliza una nueva técnica decorativa, la impresión al tiemblo.

Los iberos solían elaborar joyas chapadas con lámina de oro, (encima de un alma metálica • lica, a menudo de bronce). La aplicación creciente de soldaduras, por la difusión del cobre, les permitió también hacer decoraciones más complejas.

En el entorno siglo IV aC se produce una estandarización formal y una democratización de la joyería ibérica.

Son evidentes las coincidencias con los fenicios en cuanto a las diferentes tipologías de anillos. Los pendientes, preferentemente de oro, tendrán grandes dimensiones. Los colgantes lucirán temas decorativos (motivos vegetales, animales y máscaras humanas). También se obran brazaletes, fíbulas, torcas -habitualmente de plata- grandes pectorales y diademas articuladas. No serán tan frecuentes, en cambio, los collares con colgantes, que es el tipo de pieza más sencilla, menos trabajada.

Referentes destacados de la cultura ibérica ayudan a estudiar e interpretar mejor la joyería de este pueblo. En primer término encontramos la Dama de Elche, del siglo V aC, la representación del busto de una mujer aristocrática que luce unas joyas que evocan los encuentros al tesoro de Aliseda. También son piezas representativas del arte ibérico la Dama Oferente del Cerro de los Santos o la Dama de Baza, ya que, gracias a la ornamentación que lucen, podemos comprender e identificar la variedad de joyas aparecidas tanto en los ajuares de enterramiento como los tesoros escondidos.

M. Àngels Canut
Historiadora del Arte