Broches catalanes 1915 -1945

Broches catalanes 1915 – 1945

Texto adjunto a la presentación de la exposición

Broches catalanes 1915 – 1945

Galeria de Hipòtesi – Barcelona, 1999

broche catalánHipòtesi presenta con agrado la exposición Broches catalanes 1925-1945, dentro del programa de exposiciones retrospectivas, que con periodicidad ofrece la galería. La muestra acoge el conjunto de más de noventa piezas de notables joyeros catalanes. Es necesario recordar que hace 8 años, en 1999 Hipòtesi presentó una primera exposición, titulada Broches catalanes 1930 – 1950, en la que se exhibió la obra de algunos de los joyeros de imprescindible asistencia en la edición actual, Jaume Mercadé Queralt (1889-1967), Ramon Sunyer Clarà(1889-1963), Pere Martí Vilanova (1890-1972), Joaquim Capdevila Meya (1876-1959), Manuel Capdevila Masssana (1910-2006) y otros autores anónimos, en definitiva, de un excelente colectivo de artistas.

La persona se convierte en un escaparate móvil a la hora de lucir las joyas y en especial los broches en los que el orfebre vierte con libertad expresiva la creatividad, el ingenio, la profesionalidad y la maestría, mediante este soporte plástico liberado más laxamente de medidas al no estar tanto en exceso condicionado a la portabilidad de la joya. El broche, habitualmente se fija en la ropa mediante una espiga o aguja que la atraviesa, realizada con el mismo metal que el resto de la pieza, un cierre de bayoneta le otorga estaticidad quedando así ajena a las incidencias de los movimientos directos de cuerpo, como en el caso de las manos y los brazos con respecto a los anillos y las pulseras, o lo que sufren los pendientes con los movimientos de la cabeza y el acondicionamiento añadido del peinado. Así pues, no es de extrañar que en ocasiones los elementos que lo conforman parezcan depositados casualmente, circumstancialment, como si de elementos volátiles se tratara.

Los broches escogidos para la exposición Broches catalanes 1925-1945, tienen un elemento común, una gema semipreciosa de vivo cromatismo que articula a su alrededor y con perfecta armonía un universo de formas y colores. Son joyas hechas preferentemente de plata con pátinas de oro, piedras, corales, turquesas, perlas y esmaltes que se añaden a la complicidad formal de elementos esculturales reencontrados del período helenístico o de sólidos elementos arquitectónicos de las culturas clásicas de la ribera del mediterráneo. Trozos de columnas con filetes redondeados y capiteles jónicos de volutas ondulantes, estas características son comunes en los broches realizados entre los años 1925 y 1930. Con anterioridad, entre 1920 y 1925, hubo una recuperación de los minuciosos calados a sierra hechos con platino y ahora obrados en oro y plata. A la vez que se alternan con sutileza y fragilidad delicados elementos naturales vegetales y otros que evocan los fondos marinos, formas retorcidas que se contraponen a otras más puntiagudas en recuerdo a las estrellas de mar o las simulaciones con una perla envuelta o emergente. Se empleó un amplio repertorio de cenefas de ritmos insistentes. Todo un imaginario dentro de una cronología plástica que no puede rehuir de la locura colorista, son los rasgos más comunes de los broches realizados entre los años 1930 y 1935. Sin embargo, otras joyas ofrecen un ritmo impetuoso de los metales preciosos repetidamente superpuestos en los que se combinan con generosidad distintas formas geométricas de severos contornos más propios del cubismo, que poco a poco irán adquiriendo un volumen más considerable, serán los rasgos más comunes de las piezas realizadas entre los años 1935 y 1940. Ante otro estilo plástico, donde las joyas presentan formas blandas, fluidas y deslizantes, provenientes del dictado del automatismo psíquico más propio del surrealismo, es lo que reflejan las joyas obradas entre 1940 y 1945. A veces muchas de estas obras de arte denotan un cierto eclecticismo e incluso pueden llegar a ser recargadas. Pero lo que es del todo innegable es el elevado dominio del oficio en estos ensamblajes donde la maestría se hace patente, desde la idea primigenia del trabajo, del dibujo de taller, la ejecución y construcción final de la joya con la huella equilibrada del trabajo del buril y del cincel, así como y el ritmo delicado del martilleado, o los preciosísimos trabajos de sierra, la minuciosidad del clavado, la fragilidad gestual del esmaltado y el cuidadoso trabajo en el reverso de la pieza que en ocasiones es forrada.

Para la ejecución de estas joyas, altamente diferenciadas de las del blanco luminoso del platino y los diamantes conocidos popularmente como cocas de brillantes del déco, y que ahora son motivo de la presente exposición, se utilizan los metales alternados. Preferentemente son obrados con plata y el oro se incorpora en placas o en imperceptibles detalles a modo de anécdota, conforman una apuesta de tonalidades y de acabados pulidos, crespados o mates, que pueden ser coincidentes con los trabajos de martilleado. Las gemas más recurrentes son las aguamarinas, las amatistas y los topacios ... presentadas en las tallas rectangular, oval, esmeralda ... y adaptadas a la joya mediante ángulos, grapas, bocas que pueden ser rematadas con filigranas o bien fistoneadas, ocasionalmente se enmarcan con cenefas a veces reiterativas. Así mismo, se adaptan perlas, las turquesas, los corales, las marcasitas y se aplican a modo de pincelada, esmaltes de corte de base de color azul, verde y rojo, colores de raíz mediterránea de una luminosidad resplandeciente, otorgando un cromatismo vigoroso que evidencia la concepción pictórica de algunas de estas joyas, en las que se constata la total relevancia del artisticidad y del color frente al valor material de la pieza. La huella de la pintura en las joyas de Jaume Mercadé es latente, asimismo en la de Ramon Sunyer que no puede rehuir de esta proximidad con el mundo pictórico por vinculación familiar. En las de Manuel Capdevila rezuma la vocación de pintor del artista.

Hay que agradecer a M. Luisa Samaranch su nueva apuesta a la hora para sacar adelante esta exposición y hacer posible la realización de este catálogo testigo de la exposición. Asimismo hay que dar las gracias a todos los coleccionistas privados que gracias a su sensibilidad y gentileza han dejado estos estimados objetos personales con el deseo de contribuir a mantener viva tarea desarrollada por los orfebres catalanes y perseverar en la difusión de su obra.

M.Àngels Canut

Historiadora del Arte

(Barcelona, 1999)